miércoles, junio 10, 2009

DEJANDO EL PASTORADO

Adiós a un pastorado

Cada pastor necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su ministerio: la puede concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo pesimista, destructivo y antagónico. De él depende la elección, y vivirá con ella por el resto de su vida.

Los pastores son los más sorprendidos en descubrir que, cuando llega el momento de dejar una congregación, no saben cómo despedirse. Muchos consideran que esas últimas semanas son vacías y sin sentido. Algunos aun han "tirado por la borda" la buena tarea efectuada durante años debido al comportamiento inapropiado en el momento de dejar la comunidad. Las congregaciones muchas veces son de poca ayuda, pues a los miembros también les resulta difícil despedirse.
Siendo el pastor quien toma la decisión de dejar un lugar, él debería tomar también la iniciativa para que las últimas semanas fueran lo más efectivas posibles. El pastor tendría que dar una mirada franca a su rol y preguntarse cómo afectará su retiro a cada miembro de la congregación. Algunos se sentirán rechazados, otros amenazados porque han dependido de él como fuente principal de amor y estímulo —él estuvo involucrado en los aspectos importantes de las vidas de sus feligreses y eso ahora se va a interrumpir. Algunos se sentirán culpables y hasta vagamente responsables de su partida.
El pastor debería reconocer que, en algunos casos, la congregación se puede sentir rechazada y, a su vez, puede rechazarlo a él. Si ella piensa que el pastor se retira para ir a trabajar a campos más grandes y mejores, ¿qué clase de recompensa a su lealtad es esa? Significaría que ella es de menor importancia que la otra. Perder a un pastor es como recibir un juicio negativo de sí misma; es difícil que la congregación no sea crítica sobre la partida.
El pastor puede asegurar a la congregación su importancia y singularidad. Él no debe hacer comparaciones y tendría que ayudar a sus feligreses a hacer lo mismo; esto le permitiría hablar sobre la misión de esa congregación y sobre lo que significa la voluntad de Dios en la vida del cristiano y de la iglesia.
Durante las últimas semanas de su ministerio, el pastor debería también procurar sanear las relaciones de tirantez que pudieran existir con algunos miembros que tengan sentimientos negativos hacia él. Esa categoría generalmente incluye a gente antagónica contra toda autoridad, aunque no necesariamente hacia el pastor como persona. Tal vez como el pastor ya no es visto más como la autoridad, el miembro antagónico se sienta libre para establecer otro tipo de relación.
Cada congregación incluye también a gente independiente que precisa ayuda pastoral, pero que no lo quiere admitir. Estas personas generalmente cargan con responsabilidades pesadas y ocupan cargos solitarios en su iglesia, hogar, trabajo y vida cívica. Quizá una y otra vez hayan rechazado las propuestas amistosas del pastor, pero en las últimas semanas de su pastorado estas relaciones pueden llegar a consolidarse. Cuando un pastor acepta un nuevo cargo, entonces tiene algo en común con esas personas independientes.
A menudo se pasa por alto la despedida debida a los niños de una congregación. Muchos de ellos no comprenden por qué los hijos del pastor, que son sus amigos, deben mudarse. Tampoco comprenden por qué este hombre, que ha sido su pastor y líder de escuela bíblica durante las vacaciones, ahora los va a dejar. El pastor y su familia debieran visitar la escuela dominical, y sentarse a conversar con los niños sobre por qué se van. Él puede explicarles el significado de la voluntad de Dios y así situarse en el rol de pastor-amigo, haciendo que la situación sea más fácil para el próximo pastor.
Es importante también terminar correctamente con el ministerio de consejería. Por lo general, el pastor sabe que se va a trasladar por lo menos con un mes de anticipación. Él tiene un compromiso con las personas a quienes aconseja y debe hacer todo lo que esté a su alcance para estimular su crecimiento durante las últimas sesiones. Algunas de estas personas quizá se abran y conversen sobre temas que nunca antes sintieron libertad para enfrentar. El pastor debe también recomendar que estas personas vayan a otros consejeros.
El traslado muchas veces resulta difícil para los hijos. El pastor y su esposa deberían orar para que sus niños evolucionen como resultado del cambio. También deberían pedir que la experiencia aumente la comprensión de sus hijos sobre lo que significa trabajar para el Señor de tiempo completo. Quizá en algún momento libre de interrupciones, como puede ser después de la cena, cada miembro de la familia pueda hablar sobre el tema del traslado a su manera, ya sea con alegría, emoción, tristeza, aflicción, etc. Todas estas emociones son respuestas naturales al cambio. La razón por la que un niño siente algo es más importante que el sentimiento en sí. Los padres también deberían compartir con ellos sus propios pensamientos sobre el tema.
Las actividades comunes de la familia, al margen de la actuación pública, pueden preparar igualmente al pastor y a su familia para la mudanza. Estas incluyen el despedirse no solamente de personas sino también de lugares importantes, por ejemplo: la escuela a la que los niños han asistido, el hospital donde nació uno de los hijos, y la iglesia donde la familia se ha congregado y trabajado. Mientras visitan estos lugares pueden pensar en los buenos momentos que disfrutaron allí.
De especial atención deberían ser la casa y el jardín donde la familia ha vivido. Durante las semanas previas a la mudanza se deben enfatizar la importancia de los dormitorios de los niños, la cocina de la esposa y el estudio u oficina del pastor. Un último toque al césped del jardín y el disfrutar de la sombra del árbol favorito pueden ayudar a infundir un sentimiento de gratitud y bienestar.
Es obvio que el pastor no podrá realizar todo esto antes de retirarse de un pastorado; sólo podrá hacer algunas cosas. Lo importante es que se retire sabiendo que ha demostrado valentía en un momento crucial para su propia vida, la vida de su familia y la de la iglesia. Necesita sentirse capaz de poder decir: "He tomado la iniciativa de dejar las relaciones de la mejor manera posible. Todos sabemos que ya no soy el pastor, pero sabemos que somos amigos". Cada pastor necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su ministerio: la puede concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo pesimista, destructivo y antagónico. De él depende la elección, y vivirá con ella por el resto de su vida.
H.E.

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